A veces en la vida toca confesarse, quizá para dar un paso adelante y decir "esto ya no me da miedo" o tal vez para dar fe de que tu vida ya es como debería haber sido siempre. A veces hay que mirar atrás y ver todos los fallos, explicar el por qué hoy eres como eres y por qué actúas como actúas. Hay momentos en los que, simplemente, decir la verdad ya no está de más. Nadie va a juzgarte, y si lo hacen, ¿qué mas da? Hace tiempo que eso no afecta. Y hoy... Sí, hoy me toca a mí, aunque quizá seas tú el siguiente.

Confieso que soy mujer y no, no confío en las mujeres. Creo que la mayoría son crueles, que saben que lo son y por eso actúan para su propio beneficio; aunque haya otra gran parte de ellas que son todo lo contrario. Confieso que me han hecho mucho daño en la vida, pero yo me he hecho más, muchísimo más. Confieso que para poder encontrar el hombre adecuado he tenido que tropezar con varios sapos en el camino, aunque seguramente algunos de ellos han tenido que tropezar conmigo también. Es cierto que algunas de esas veces me he caído al suelo y me he hecho heridas que no se han curado de la noche a la mañana, pero por suerte he sabido salir adelante. Confieso que siempre supe que a pesar de todo eso sólo me había enamorado una vez y que tenía que experimentar el daño, para que si tenía la mala suerte de volver a enamorarme y no ser correspondida, la puñalada no doliese tanto. Confieso que después me di cuenta de que el amor de verdad siempre llega, más tarde o más temprano, pero algunos no saben apreciarlo. Porque enamorarse es mucho más increíble de lo que jamás había imaginado, más real y más sincero. Confieso que mucho daño del que me han hecho me lo merecía, porque aunque no he sido cruel, jamás he sido una santa. Confieso que sería incapaz de manipular a alguien a mi antojo porque, antes de hacer o decir algo, no puedo evitar ponerme en el lugar del otro. Confieso que me han mentido, desde mentirijillas piadosas a mentiras con las que se podría haber hecho una película. Confieso que he llorado más de lo que quiero recordar y más de lo que muchos pudieran llegar a imaginarse y que muchas de esas lágrimas han sido de pena pero otras tantas de alegría. Confieso que no he tenido una vida fácil pero que jamás me he rendido, aunque como todos he decaído en algún momento. Confieso que de pequeña jugaba a maquillarme para intentar ser más mayor de lo que era, poniéndome tacones y bolsos más grandes que yo misma. Confieso que siempre me ha encantado inventarme historias, escribir, y que jamás he dejado de lado a mi imaginación. Confieso que he seguido las modas, pero a la vez siempre he ido en contra de ellas. Confieso que no siempre he sido sincera con mis padres y que nunca les conté las veces que otras personas me hacían sufrir. Confieso que he llegado a casa más tarde de mi hora por entretenerme con las "amigas", aún sabiendo que me estaba pasando. Confieso que hace tiempo que soy incapaz de confiar en nadie y que me cuesta muchísimo contar mis cosas. Confieso que prefiero una noche en casa viendo una película, a estar escuchando música estridente destrozando mis oídos. Confieso que, pese a tener la lengua muy larga, callo más de lo que hablo. Confieso que me he hundido por personas que no merecían ni una lágrima, pero que jamás he estado sola para desahogarme. Confieso que me cuesta decirle a alguien lo mucho que me importa, que hace un tiempo que no soy una persona de abrazos y que no creo que la etiqueta "amigo" se pueda poner tan fácilmente. Confieso que si alguien me conociese como me conoce mi mejor amigo, jamás querría separarse de mí, jamás querrían perder mi amistad. Confieso que soy realista y que nunca he sido creída, siempre me he sentido inferior. Confieso que hace un tiempo que no me creo palabras y a veces ni siquiera un gesto, que necesito miles de demostraciones para poder confiar. Confieso que ahora soy feliz como soy y no cambiaría nada en mi vida, que no hay mayor regalo que la felicidad plena junto a quien te quiere de verdad, digan lo que digan los demás.